miércoles, 3 de junio de 2009

La noche que dormí con una estrella del porno


Esto le pasó a una amiga muy cercana!:

Aquella noche, cuando abrí el foro de Petardas, me encontré un mp nuevo en mi bandeja de entrada. El remitente no me sonaba de nada, así que pensé que sería otro de tantos que recibimos con un “quiero conocerte”, la sugerencia de agregar una dirección de Messenger o la promesa de buen sexo por webcam. Por un momento me pensé si abrirlo o no, aunque la verdad es que ese tipo de mensajes me divertían más que molestarme. Al final lo abrí, y segundos después los que se abrían de sorpresa eran mis ojos, pues era algo distinto a lo que yo me esperaba. El mensaje decía más o menos así:

“Hola, preciosa.
Perdona que te aborde así, pero no se me ocurría otra forma de ponerme en contacto contigo. La verdad es que no sé muy bien como empezar, porque tengo algo que proponerte y no sé como enfocarlo. Verás, he leído tus relatos y me han gustado bastante. Tanto que me gustaría convertir alguno de ellos o algunas partes en película. Supongo que ahora mismo no entenderás nada, así que te explico. Mi nombre es Marco, aunque eso no te dirá nada, porque mi nombre artístico es otro. Soy actor y director de cine porno y creo que tus relatos tienen muchas posibilidades. Tal vez quieras pensar en la posibilidad de autorizarme para usar alguno. Si es así, contéstame por la misma vía y tal vez podamos ver como hablar más directamente del tema. Te dejo que lo pienses.
Marco”


Efectivamente estaba sorprendida. Que alguien se hubiera fijado en mis relatos a ese nivel era mucho más de lo que podía esperar cuando los escribía, sobre todo porque en el foro había relatos mucho mejores. Pero que encima me lo dijeran y me propusieran darles forma en la “vida real del celuloide” era algo que no entraba en los límites de mi imaginación. Me preguntaba cuales serían los textos que había leído aquel tal Marco y en cuales estaba pensando. Pasé un par de días dándole vueltas a la idea y, aunque en cierto modo me daba algo de vergüenza que mis letras salieran del lugar al que las había destinado, la proposición parecía divertida. Pronto mi mente comercial se puso en marcha y empecé a preguntarme cuáles serían las condiciones que pondría sobre la mesa de negociaciones para convencerme. Desde luego, yo pensaba en euros y no en convertirme en estrella del show. Decidí que la única forma de averiguarlo, y de ver si la respuesta sería sí o no, era contestar al mensaje.

“Hola Marco.
He leído tu mensaje y, una vez que me he repuesto de la sorpresa, he pensado que podría ser divertido convertir mis relatos en un guión. De todas formas, todo depende de lo que tengas pensado. ¿Cómo podemos hablarlo?
Casandra.”


A las pocas horas me volvió a contestar con una cuenta de Messenger, que agregué al mío. Por un momento pensé que tal vez era una forma un poco más retorcida de lo normal para conseguir mi Messenger y luego iniciar una conversación del tipo “quiero follarte”. Pero no fue así, como quedó demostrado desde nuestro primer contacto. Marco resultó ser lo que había dicho. Me envió una foto suya y le reconocí enseguida. Claro que, pensándolo fríamente, aquella foto también podía haberla bajado de Internet antes de enviármela, pero algo me decía que no era así. La primera vez que hablamos estuvo casi toda la conversación alabando mi forma de escribir, mi imaginación, la forma en que creaba un mundo a la medida de mis personajes… Vamos, intentando alagar mi ego para que no dijera que no a su propuesta. Después me dijo en que relatos había pensado y me contó como quería que se desarrollara su película. “Todo depende de lo que tú digas- me dijo al terminar aquella primera conexión.- Por supuesto, tienes la última palabra de lo que haga. Son tus personajes y tus escenarios, así que me gustaría que trabajaras a mi lado para que todo sea exactamente como tú lo soñaste”. Aquello, evidentemente, me gustó y estuve tentada de decirle que sí en ese mismo momento, pero al final sólo escribí “Suena bien, pero aún tengo que pensarlo” y quedamos para dos días después.


Durante un mes hablamos en varias ocasiones. Las conversaciones giraban entorno a la posibilidad de concertar un acuerdo para ultimar detalles, porque yo ya había aceptado su propuesta. Marco resultó ser una persona encantadora y siempre se comportaba como un perfecto caballero, a pesar de que los temas que tratábamos podían haberse desviado fácilmente para convertirse en una sesión de cibersexo. Sin embargo, nunca fue así, sino que hablamos más de guiones y acuerdos, de contratos y sesiones de trabajo. Él hacía sugerencias y yo las aceptaba o no. Poco a poco íbamos perfilando el sueño. Un día Marco me dijo que tenía los contratos preparados y que sería conveniente que nos viéramos en persona o al menos, que alguien lo hiciera por nosotros, para que todo quedara legalmente atado. Le mandé una sonrisa y él me contestó que tenía un viaje preparado para dos semanas después y que podría pasar un par de días por mi ciudad si yo quería o que si quería ir yo a la suya me mandaría el billete de avión y la reserva del hotel. Yo contesté que prefería que fuera él quien viniera a verme. Pensé que en Internet casi nada es lo que parecer y no me apetecía encontrarme sola en una ciudad desconocida si las cosas no marchaban como esperaba. Al menos estando en mi ciudad podría volverme a casa en cualquier momento. Al día siguiente me llegó otro mensaje: “Tenemos una cita, Casandra. Llego al aeropuerto de Barajas el día 17 a las cinco de la tarde. ¿Querrás ir a esperarme o prefieres que quedemos en otro lugar?”


El día 17 a las cinco menos cuarto ya vigilaba nerviosa las pantallas del aeropuerto. Había ido en metro, pues Marco me había dicho que había pedido un coche y pensé que dejar el mío allí no tenía mucho sentido. A las cinco en punto ya esperaba en la puerta por la que tenía que desembarcar y diez minutos después le tenía enfrente. Era igual que en la foto que me había mandado, un morenazo de ojos verdes tremendamente guapo. Vestía unos vaqueros y una camisa blanca y llevaba en la mano una bolsa de viaje. Me miró de arriba abajo, deteniéndose en mis ojos, en el escote de mi camiseta roja y en como moldeaban mis piernas los pantalones que llevaba. Me sonrojé un poco.

- Perdona - me dijo Marco - No quise incomodarte.
- No, no me has incomodado - mentí - Es sólo que no esperaba un escrutinio tan a fondo.
- Lo siento, es un defecto profesional. No puedo evitarlo. Pero no he venido aquí a hacer un casting para actrices sino a contratar a una guionista. ¿Quieres que vayamos a tomar algo?
- Claro.
- Bien, entonces, salgamos. Mi coche debe estar esperando.

Y así era. En la puerta esperaba un estupendo Mercedes cuyo chofer se apresuró a coger la bolsa que Marco llevaba en la mano y a abrirnos la puerta para que subiéramos. Oí como Marco daba la dirección de una exclusiva cafetería y el chofer puso el coche en marcha. Por el camino hablamos del viaje y poco más, porque tardamos muy poco en llegar. Cuando entramos en la cafetería, Marco saludó al camarero y le pidió un reservado. Yo pedí un café solo con hielo y él un licor. Y como por arte de magia apareció encima de la mesa una carpeta. Cuando nos quedamos solos con nuestras consumiciones delante, Marco me dio los contratos. Yo los leí atentamente, discutimos algunos puntos y finalmente los firmamos los dos. Marco volvió a guardarlos y sonrió.

- Bien, ya está. Y ahora que hemos terminado con los negocios, tal vez podamos empezar a conocernos un poco mejor. No vamos vestidos correctamente para que te lleve a un restaurante elegante como correspondería a la celebración, pero tal vez aceptes que te invite a cenar en un sitio un poco menos fino, donde no desentonen nuestras ropas.
- Bueno - dije mirando el reloj - Son casi las nueve, y supongo que estarás cansado del viaje. Si quieres, podemos comer algo antes de que te vayas a tu hotel.
- Conozco un sitio perfecto para esta primera cena. Vamos.

Dejó sobre la mesa un billete que cubría con creces el precio de las consumiciones y una generosa propina y salimos a la calle. El chofer nos estaba esperando y nos llevó a un restaurante también cercano, no muy fino pero con bastante fama. Evidentemente, con vaqueros no podíamos ir a cenar al Palace, pero en aquel restaurante nadie miraría nuestro aspecto. Durante la cena hablamos de temas personales, de nuestras vidas, nuestros pasados y nuestros sueños de futuro. Hasta aquel momento casi siempre habíamos hablado de trabajo, así que realmente estábamos empezando a conocer a la persona que había detrás del nombre. La verdad es que me lo pasé muy bien y descubrí que Marco era una persona sensible y divertida. Como el ambiente era bastante relajado, Marco se atrevió a proponerme un juego.

- Imagínate que esta es una escena de la película, ¿Cómo encajarías aquí una escena de sexo?
- ¿De cualquier tipo o quieres un polvo completo?- pregunté
- Lo que tú quieras.
- ¿Se pueden levantar los personajes de la mesa o no?
- Se pueden levantar, pero tiene que empezar aquí.
- Entonces es fácil - sonreí
- ¿Puedes contármelo?
- Mientras no quieras ponerla en práctica, vale. Veamos:

“El restaurante estaba a media luz, puesto que en todas las mesas había velas que hacían el ambiente más romántico. A pesar de que casi todas las mesas estaban ocupadas, la suya estaba en un rincón, oculta de las miradas de los demás comensales. Esto había propiciado que el hombre hubiera acariciado durante toda la cena los muslos de su compañera por debajo del mantel. El corto vestido que llevaba ella había facilitado la labor. Él empezó a subir en sus caricias cada vez más, hasta que llegó al borde de las bragas de ella. Con un dedo empezó a acariciar el coño por encima de la tela, hasta que notó como la tela se iba humedeciendo. Entonces apartó la tela y localizó el clítoris de ella, frotándolo suavemente. Ella, en respuesta, abrió un poco las piernas, mientras se acodaba en la mesa. Él introdujo un dedo en el coño abierto que se le ofrecía y empezó a masturbarla. Él la miraba a los ojos, intentando anticiparse al momento del orgasmo para cortar el gemido que podía producirse. Ella gemía bajito, casi para ellos dos, intentando aparentar una tranquilidad que no sentía. Él notó que la respiración de ella se aceleraba cada vez más y se acercó a su oído: “Voy a hacer que te corras y mientras, te besaré hasta que te duelan los labios”. Y enseguida se apoderó de su boca, besándola sin descanso hasta que notó como el cuerpo de ella se tensaba y la recorrían los espasmos del orgasmo. Cuando sintió que ella se relajaba, él se separó y sacó la mano de debajo de la mesa y se la llevó a los labios, depositando un beso en los húmedos dedos que instantes antes habían regalado tanto placer.

“Ahora te toca a ti” dijo ella, con una sonrisa pícara mientras dejaba caer su servilleta al suelo. Al ir a recogerla, se arrodillo debajo de la mesa y bajó la cremallera del pantalón de su acompañante. La erección del hombre era bastante considerable ya, así que a ella no le fue difícil sacar la polla de su encierro y metérsela en la boca para empezar a chuparla. Subía y bajaba la cabeza, dejando que aquella barra de carne caliente entrara y saliera de su boca. Mamaba como alguien a quien le gusta, que disfruta con ello y que, además, quiere darle placer al compañero que le acababa de regalar uno de los orgasmos más estupendos de su vida. Alguna vez, la sacaba por completo de su boca y la recorría con la lengua, cosquilleando el glande. Otras, la dejaba entrar hasta la garganta y la mantenía allí unos segundos. El hombre bebía pequeños sorbos de la copa de vino para evitar que se notara lo que ocurría debajo de la mesa. Ella redobló el ritmo, mientras buscaba con una de las manos los huevos del hombre para masajearlos también. De repente él bajo una mano y sujeto levemente la cabeza de ella. Ella lo entendió y se preparó para el chorro de leche caliente que se avecinaba. En pocos segundos él se corrió en la boca de ella. Ella se tragó la ofrenda de placer que él acababa de hacerle, limpió con la lengua los últimos restos del pene de su acompañante y lo devolvió a su encierro de ropa, subiendo de nuevo la cremallera. Ella se levantó de debajo de la mesa, con la servilleta en la mano, dándose ligeros toques en los labios con la blanca tela. Ella se sentó de nuevo y él se acercó para besarla en los labios.”


- Estupendo - dijo Marco aplaudiendo levemente.- ¿Siempre tienes tanta imaginación?
- A veces más - reí yo, sobre todo por la cara que tenía él en esos momentos.
- Mira como me has puesto - dijo el chico llevando mi mano hasta su entrepierna para que comprobara que su erección también era considerable.
- Bueno, tú lo has pedido. Y no, no pienso meterme debajo de la mesa.
- Yo tampoco te he dicho que lo hagas - dijo Marco, soltando mi mano.

Terminamos de cenar, desviando la conversación hacia otros temas menos calientes. Con los postres Marco me hizo tomar la primera decisión difícil:

- Bueno, Casandra, tal vez quieras decirme que quieres que hagamos después.
- ¿A que te refieres? - pregunté como si me hubiera pillado por sorpresa
- Me refiero a que tenemos dos opciones. Sabes que tengo una suite en un hotel y tú puedes decidir entre irte a casa o quedarte esta noche conmigo. Si decides irte le diré al chofer que te lleve a casa después de que me deje en el hotel. Sin embargo, creo que debo decirte que me gustas y que me encantaría que te quedaras conmigo.
- Pero - dije tratando de ganar tiempo - no llevo más que lo puesto. No venía preparada para pasar la noche fuera de casa.
- No importa - dijo Marco con una sonrisa - Si vas a pasar la noche conmigo...- se interrumpió
- ¿… no lo necesitaré? - completé yo la frase
- No, no es eso. Quería decir que ya está previsto. Ahora sólo tienes que elegir.
- Está bien - pensé por un momento que las opciones eran volver a mi casa sola o pasar la noche con un chico guapo y simpático. La elección me resultaba fácil- Elijo acompañarte.
- ¿Te apetece jugar?
- ¿Qué? - pregunté sorprendida, pensando que se refería al sexo
- Que si te apetece jugar - repitió él con una sonrisa - Es que estaba pensando en vendarte los ojos hasta que llegáramos a la habitación.
- ¿Por alguna razón en especial? - Por un momento me asusté, pero le miré a los ojos y no pude detectar ningún peligro.
- Sólo porque quiero ver tu cara cuando te quite la venda.

Eso sólo podía significar que la habitación sería estupenda, así que decidí entrar en el juego. Cuando salimos del coche, Marco le dijo al oído al chofer donde tenía que llevarnos. Nos subimos al asiento trasero y Marco me vendó los ojos. No oía más que la música suave que llenaba el coche y la voz de Marco que me susurraba escenas que parecían sacadas de una de sus películas. Por alguna razón el hecho de que él me agarrara de la mano me tranquilizaba y lo único en lo que podía pensar era en que la situación era muy excitante. Entre los susurros de Marco en mi oído y el numerito que yo misma había montado en el restaurante, me notaba muy caliente. Me sorprendí pensando que si él me proponía que folláramos en ese momento, en el asiento trasero de aquel lujoso coche, yo aceptaría sin pensármelo dos veces. Me imaginaba follando salvajemente sobre aquel asiento de cuero con aquel adonis moreno. Pero el chico no hizo la proposición y yo tampoco dije nada. Para bajar un poco la tremenda calentura que Marco me estaba provocando, empecé a intentar adivinar a que hotel nos dirigíamos: ¿al Palace?, ¿al Ritz?, ¿al Villamagna? Me pareció que tardábamos demasiado para ir a cualquiera de ellos y que tal vez estábamos saliendo de Madrid. Pensé en hoteles que hubiera fuera de la ciudad, pero no se me ocurrió ninguno que mereciera aquella venda.


De pronto el coche se detuvo. Marco me ayudó a bajar del coche, dio las gracias al chofer y le dijo que ya le llamaría al día siguiente. Luego me cogió de la cintura para guiarme con más comodidad. Por alguna razón, sentí su mano extremadamente caliente sobre mi piel y me estremecí.

- ¿Tienes frío?- me preguntó Marco
- No, no. Estoy bien.
- Es que he notado que te daba un escalofrío
- No pasa nada, no te preocupes. Es sólo que…- busqué una excusa rápida y creíble- me preocupa tropezar.
- No dejaré que te caigas, Casandra – me dijo Marco mientras estrechaba más su abrazo- Además, ya casi llegamos.

Asentí, aunque aquel lugar olía más como un garaje que como una recepción de un hotel. Había oído como se marchaba el coche y el único sonido que había ahora era el resonar de mis tacones sobre el pavimento. Nos paramos y escuche un rumor sordo y luego el deslizar de unas puertas. Marco me hizo dar tres pasos. Escuche un ruido metálico muy suave y de nuevo las puertas. Cuando noté el movimiento me di cuenta de que estábamos en un ascensor. De nuevo se abrieron las puertas y Marco me hizo salir. No sabía donde estábamos, pero olía ligeramente a rosas y a cloro. La temperatura era agradable.

- ¿Estás preparada?- preguntó la voz masculina justo enfrente de mí.

Yo asentí y noté como sus manos me retiraban la venda. Sin duda mi cara reflejó mi sorpresa, porque en la suya se pintó una sonrisa. Reconocí el lugar por las fotos de la página Web: estábamos en la suite Zouk del hotel del mismo nombre. Una suite que, según la publicidad, tenía entre otras cosas piscina, jacuzzi, sauna y un ascensor privado desde el garaje de forma que aseguraba plenamente la intimidad de sus huéspedes. Giré sobre mí misma observándolo todo. Allí estaba todo lo que había visto en las fotos: la piscina con su cascada, el jacuzzi, la enorme cama de agua. Marco sonreía divertido. Me cogió de la mano y me hizo salir a la terraza, que parecía un verdadero jardín con tantas flores y plantas.

- ¿Te gusta?- me preguntó
- ¿Es que puede esto no gustarle a alguien?- respondí con otra pregunta.

Cogidos de la mano recorrimos la habitación, curioseando todo. El baño era fantástico, en el salón había una especie de armario por donde te podían servir la comida, y el techo, panorámico y de cristal, permitía que viéramos las estrellas.

- ¿Te apetece un baño en la piscina o prefieres que probemos primero el jacuzzi?
- No tengo bikini – dije con una sonrisa
- Yo no voy a usar bañador, pero si tú lo quieres, bastará con que abras el armario.

Le miré interrogante, porque no sabía a que se refería, pero él en vez de contestar me animó a hacer lo que me acababa de pedir. Así que me acerqué al armario y descubrí que, junto a su bolsa de viaje y una maleta, había unas cuantas cajas y bolsas. Me ayudó a llevarlas hasta la cama y fui abriendo paquetes. Con cada uno que abría me encontraba más sorprendida. Allí encontré un neceser con cosas de tocador, un camisón blanco de seda, varios conjuntos de ropa interior, un bikini, un par de vaqueros, dos camisas, dos camisetas y un largísimo vestido de noche con su estola, zapatos y bolso a juego. Todo era de mi talla.

- Pero, ¿Cómo…? – empecé a preguntar.
- Te dije que todo estaba previsto. Mientras estábamos en la cafetería envié al chofer a comprar algunas cosas. Si ves que necesitas algo más, sólo tienes que decírmelo y pediré en recepción que las consigan.
- Creo que lo único que necesito es no despertar de este sueño
- Esto no es un sueño, preciosa. Esto no es uno de tus relatos con un final. Esto está ocurriendo aquí y ahora, es la vida real.


Marco me llevó hasta el borde de la piscina y me desnudó despacio. Luego se desnudó él y nos metimos en el agua. El agua no estaba muy fría pero mis pezones reaccionaron endureciéndose. Marco sonrió y cubriéndome los pechos con sus manos bromeó sobre si realmente debería haberme puesto el bikini. Poco a poco sus manos pasaron de ser un improvisado bikini a acariciar mis pechos con suavidad. Me sorprendí mirando su boca con un deseo enorme de besarle. Él adivinó mis pensamientos y llevó sus manos a mi espalda, para estrecharme contra él y acercar su boca a la mía. El beso fue largo, lento, dulce. Su lengua exploró cada rincón de mi boca, se enredó con la mía y la invitó a conocer sus dominios. Mi lengua no se hizo de rogar y visitó su boca con el mismo detenimiento que él lo había hecho instantes antes. Sus manos bajaron hasta mi culo, animándome a enlazar mis piernas a su cintura. Así lo hice y su sexo, totalmente preparado, encontró la entrada del mío. Muy lentamente me penetró, haciéndome gemir de placer. Me encontré dividida entre el deseo de sentirle dentro inmediatamente y el miedo al recordar que con el tamaño que tenía su polla más que llenarme me reventaría. Pero él parecía saber que podía hacerme daño, por lo que iba despacio, muy despacio. Justo cuando pensaba que iba a morirme (y no sabía si era a causa de la sensación de sentirme llena, del ligero dolor que me estaba provocando o del inmenso placer) el dio por completada la operación y me abrazó fuerte.

- ¿Estás bien? - preguntó mientras buscaba mis ojos
- Sí - contesté yo, incapaz de decir nada más, pues todo mi cuerpo y mi mente estaban pendientes de las terminaciones nerviosas de mi bajo vientre
- Tranquila, ya está lo peor. ¿Te duele? - esta vez ni siquiera hablé para contestarle, sólo negué con la cabeza - Vale, pero si duele dímelo y paro.

Me pregunté si hablaba en serio y si realmente pararía. Aunque mejor tenía que preguntarme si yo querría que parara. En esos momentos estaba en el séptimo cielo y sólo tenía ganas de que siguiera moviéndose o de empezar a moverme yo sobre él. De nuevo él pareció leer mis pensamientos y empezó a follarme suavemente, entrando y saliendo de mí. Esperaba sentir una punzada de dolor, pero lo único que había era placer y deseos de tener más. Él me agarraba contra su pecho y se movía cada vez más rápido. Yo rebotaba levemente sobre su estómago provocando pequeñas olas en la piscina. En un momento, Marco enterró su cara en mi hombro y buscó mi oreja para susurrarme:

- ¿Quieres seguir en el agua o te llevo a la cama?
- La cama nos dará más libertad.
- Agárrate fuerte- fue su respuesta

Sin dejarme cambiar de postura, me sujetó fuerte, subió con cuidado los escalones de la piscina y se dirigió a la cama. Con mucha delicadeza me tumbó sobre la cama, quedando él encima. Aflojé un poco las piernas, para que pudiera moverse mejor. Él se las apañó para colocarse de rodillas sin que su polla se saliera de mi coño y empezó a bombear con fuerza. Al mismo tiempo sus manos se volvieron caricias sobre mi pelo, mi cara, mis hombros y mi pecho. Yo me aferraba a sus brazos dejando pequeñas medias lunas rosadas en su piel. Durante lo que me pareció una larga eternidad, él siguió follándome. Se echó ligeramente hacia atrás, lo que le permitió acariciar mis piernas y mi clítoris. Mi primer orgasmo no se hizo esperar y me retorcí bajos sus caricias. Pero Marco no estaba dispuesto a dar por terminada la batalla. Con suavidad levantó una de mis piernas y me hizo girar hasta quedarme a cuatro patas. Desde atrás, él controlaba mi espalda, podía acariciarme las nalgas o los pechos si se agachaba ligeramente. Empecé a pensar que era realmente incansable, pues me agarraba de las caderas y bombeaba sin descanso y sin tomarse un respiro ni dármelo a mí. Uno de sus dedos se introdujo suavemente en mi ano. Con la otra mano, me propinó un azote en el culo que me provocó tanto placer como sorpresa. Parecía estar en todo, acariciarme por todo el cuerpo a la vez, saber en todo momento donde o como debía tocarme. Con suavidad, me levantó haciéndome quedar de rodillas y poniendo mi boca a su alcance. Mientras me besaba y sus manos multiplicaban las caricias, seguía follándome y llegó mi segundo orgasmo.

Marco me sostuvo, pues las fuerzas me abandonaron mientras me recorrían oleadas de placer. Después me tumbó sobre la cama y volvió a ponerse encima de mí penetrándome de nuevo. Mi cuerpo ya se había acostumbrado al suyo y cada terminación nerviosa vibraba bajo sus caricias. Rodeé su cuello con mis manos y noté como él empezaba a acelerar un poco el ritmo de sus embestidas. Mis caderas le acompañaban y noté como se preparaba un tercer orgasmo en mi vientre. Marco me miró a los ojos, y vi como en los suyos aumentaba el placer: también él estaba a punto. Cerró su boca sobre la mía y buscó de nuevo mi lengua con la suya. Con una última embestida se quedó quieto sobre mi cuerpo, y noté como se derramaba dentro de mí. Notar como se corría en mi coño y como temblaba su cuerpo hizo que yo también llegara al orgasmo. Marco dejó de besarme y se derrumbó agotado a mi lado. A pesar de todo, su mano siguió acariciando suavemente mi pecho y mi vientre hasta que encontró la mía y la agarró. Busqué acomodar mi cabeza sobre su pecho y él me abrazó. Seguimos besándonos y acariciándonos suavemente hasta que nos venció el sueño.


Cuando me desperté Marco dormía abrazado a mi espalda. Su pecho se pegaba a mí, y mis nalgas se ajustaban perfectamente a su bajo vientre, uno de sus brazos me servía de almohada mientras que el otro, descansaba suavemente acomodado entre mis pechos. Sus manos agarraban las mías y nuestras piernas estaban enredadas. Noté que estaba cubierta por las sábanas y como no recordaba haberme tapado yo, pensé que habría sido Marco quien nos arropara durante la noche. Intenté moverme un poco y me sorprendió la voz de Marco:

- No lo hagas, Casandra. No te muevas aún
- ¿Cómo?
- Sólo déjame disfrutar de esto un momento más.
- ¿De qué?- pregunté intrigada, pero intentando no moverme.
- De esta sensación. Creo que es la primera vez que un cuerpo de mujer encaja tan perfectamente con el mío. No sé, tal vez no me vas a creer, pero esta noche he sentido algo especial.

Suspiré. No sabía como tomarme aquel comentario viniendo de una estrella del porno que había follado con cientos de mujeres. Marco me besó suavemente en el hombro y yo besé su mano que era lo que estaba a mi alcance. Él tenía razón en algo: nuestros cuerpos se complementaban perfectamente. No me moví porque teníamos mucho tiempo. Marco no tenía que marcharse hasta la tarde siguiente, así que aún teníamos al menos treinta horas por delante. Y después, más o menos en un mes, empezaría el rodaje de la película y yo me trasladaría a su casa mientras durara. Ya tendría tiempo de descubrir si aquella noche habíamos empezado algo especial o si sólo sería una noche más, aunque durmiera con una estrella porno.

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